El payo loco llegó desde California
a enseñarle a los gorriones trinar.
Corria el viento por las persianas cuando el bajista empezó a sentir el vibrar del groove. Comenzó a calibrar mejor sus muñecas y a deslizarlas por todo el ancho del mástil.
Se sentía poderoso en esa posición. Cómo si un gran muro faraónico de vientos le apoyara por detrás. Porque no estaban, pero si se oían.
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